| Resumen : | Al hacer la presentación de esta pequeña revista en la palestra de las letras nacionales y de la ciudad de Cuenca, queremos emitir nuestro concepto y nuestra posición dentro del Arte y de la Cultura. Es un tema muy en boga en nuestro tiempo el hablar sobre el papel tan preponderante de la Cultura, siguiendo la tesis
trascendental de Spengler; pero nosotros antes de seguir la tesis lineal de representación de las mismas, o de los círculos o —ciclos—, estaríamos más bien por la representación parabólica naciendo en un punto céntrico se desarrollaría en círculos cada vez más amplios en una sucesión infinita.
Cada pueblo tiene un papel que llenar, una responsabilidad histórica que cumplir en el tiempo y en el espacio. Así nuestro pueblo, nuestra nacionalidad, tiene también una misión histórica, pues que al hablar de las culturas como dice el filósofo alemán, no habría menos que un pie de igualdad, sin preeminencias, en una nueva concepción histórica. La cultura es valorización, es la concreción ideal de los pueblos. Es alta calidad humana. A l afirmar el valor de nuestra cultura tenemos que reafirmar sus valores intrínsecos y peculiares. Lo característico, lo distintivo. No como una tendencia de lo que el chauvinismo es en la política, no. Cada alma cultural tendría que aportar algo nuevo, una creación propia, un enriquecimiento, una a floración más. Para que, en la historia cultural precisamente, se pueda comprender la armonía, la unidad en el conjunto y en lo heterogéneo.
¿Y el arte qué papel tiene que cumplir en la cultura? Si el arte es valor, y si la cultura es valor, hay pues una correlatividad entre ambas, o mejor dicho una identificación. Todos los días oímos hablar de la función social del arte, de la literatura, la música, la pintura. La función social del arte es la de traductora del alma nacional. Al arte sería pues la síntesis de esa alma nacional, o mejor dicho su producto, su consecuencia. Pero su función se desdobla en otra actitud opuesta, no ya sólo pasiva, es, al contrario, educadora, modeladora. He ahí entonces la inmensidad social del artista. Si al mismo tiempo tiene que captar ese espíritu cultural de su medio, no tiene sólo que recibir sino recíprocamente que dar; tiene que, llegando a la alta esfera ideal, materializar lo que su espíritu y su sensibilidad han captado para ser educadora, enseñadora del pueblo, de las gentes en trayectoria de nuevos derroteros. Precisamente, éste sería un nuevo aspecto que hay que tomar en la teoría de las culturas. A más de ser inmensos organismos vivientes, como otros tantos —yo — históricos, son también seres conscientes y pensantes. Habría que hablar de una psicología de las culturas, psicología de la que se contagia y se
satura el artista. Las culturas, progresan, se desarrollan y maravillosamente florecen cuando están embargadas de una inmensa fe, de un espíritu de progreso, de engrandecimiento. |
