Universidad de CuencaFacultad de Ciencias de la Hospitalidad2018-04-122018-04-122012http://dspace.ucuenca.edu.ec/handle/123456789/30153En un rincón polvoriento de su estudio Henri Matisse, que había regresado a París luego de años de alejamiento, descubrió a De Heem .Trescientos años antes Jan Davidz de Heem recibió un encargo a la moda, pintar un cuadro sobre vanitas, una obra que reflejara lo que constituía un camino seguro hacia la perdición, según la moral católica, más el reconocimiento de la complicidad del Dios en la ética protestante. Así Jan Davidsz buscó las cosas de mayor profundidad simbólica, siempre a condición de que fuesen exóticas y costosísimas. ¡Qué asombroso brillo el de los cristales! ¡Qué delicadeza y calidez de los tapices de terciopelo! ¡ Qué reflejo, riqueza y exotismo de los objetos de metal! Y entre todo esto la bandeja, de cerámica de Delft, con sabrosas, aterciopeladas, ricas, exóticas, delicadas y cálidas frutas: pámpanos de uvas, naranjas de dorada corteza, bayas transparentes, azucarados higos de Esmirna abiertos y jugosos, y sobre la mesa gajos, nueces cascadas, albaricoques (¡Prunus pérsica!) cuya mera evocación traía a la mente las cálidas tierras que nunca conoció Jan Davidsz, ni su mecenas, aunque con sus dedos pringosos por los zumos recorriese perezosamente el globo terráqueo que se asoma en lo alto del muro.application/pdfspaArteGastronomiaPinturaEl arte y la gastronomía: fragmentos de los apócrifos de EspinosaArticle